Una de las cosas que mayor admiración provocan en los seres humanos es la
posesión del sentido de la honorabilidad. Por eso, también resulta una de las
virtudes más difíciles de alcanzar.
¿Y qué condiciones debe reunir esa “honorabilidad” en la condición humana,
máxime en una sociedad como la actual?
Pues, ante todo, una persona honorable es alguien que siempre busca la verdad.
Porque lo verdadero es lo más adecuado para la naturaleza humana. ¿Y cómo
debemos buscar la verdad? Primero, evitando hacer suposiciones: reunamos los
hechos. Porque a menudo formamos juicios con solo fracciones de información, y
las fracciones pueden presentar una información errónea con respecto a la
imagen completa del hecho o la situación.
Como segunda cuestión en la búsqueda de la honorabilidad, hay que tener en
cuenta que no debemos perder el tiempo en cuestiones sin importancia. Por lo
tanto, tenemos que definir qué es lo que resulta esencial en la búsqueda de
nuestro modelo de vida. Después, ser conscientes de ello y mantener el rumbo.
Como tercera cuestión, lo que hay que evitar a toda costa es actuar como si
fuéramos honorables, cuando sabemos que, en realidad, no lo somos; o no lo
somos suficientemente.
También la justicia, en esta cuestión, es fundamental. Pero no la justicia que
corresponde al Estado, sino aquel concepto que representa ser justos unos con
otros, actuar con justicia en las relaciones humanas. Y esto se logra evitando
hacer daño a los demás, porque todos somos partes de la comunidad. Pero
¡Cuidado!; ayudemos a quienes merecen ser ayudados; no perdamos nuestro tiempo
con quienes no pueden o no quieren ser ayudados, cuando podemos usarlo en
brindar ayuda útil en otro lugar.
Otra de las cuestiones sería saber guardar la compostura en las cuestiones
difíciles. Saber mantener el coraje con respecto a los avatares de lo externo.
Lo externo siempre es la causa de todas las distracciones de nuestra vida que
nos impiden ser honorables. Y puede tratarse de cosas muy banales; desde que
nos moleste la lluvia porque nos moja, hasta cosas extremas como la muerte de
un ser querido. Como remedio para afrontar los acontecimientos externos
asintamos a lo honorable y tratemos de dominar las perturbaciones emocionales.
Evitemos comportamientos arrogantes, desdeñosos: la impasibilidad es necesaria
en presencia de los acontecimientos que provienen del exterior.
Y por último, como colofón en la búsqueda de la honorabilidad, mantengamos el
juicio sereno aceptando las cosas que no se pueden cambiar. Recordemos a Marco
Aurelio cuando nos decía: “Apenas amanezca hazte esta cuenta: hoy tropezaré
con algún entrometido, con algún ingrato, con algún insolente, con un
envidioso, con un egoísta. Pero no podré recibir afrenta de ninguno de ellos,
porque no pueden mancharme con su infamia. Aunque tampoco deberé enojarme
contra ellos, ni aborrecerlos, porque hemos sido creados para convivir
mutuamente”.
En resumen, somos seres únicos, pero vivimos en sociedad. Por tanto, todas
nuestras acciones y esfuerzos de mejora personal tienen que tener como
objetivo final una perspectiva social. Es decir, debemos trabajar en nuestro
propio automejoramiento, porque esa será nuestra aportación mínima y básica
hacia el conjunto social. Y esta, siempre estará en nuestra mano conseguirla.
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