Séneca decía que quien dedica todo su tiempo a su propio enriquecimiento,
aquel que dirige cada día como si fuera el último, ni suspira en él, ni lo
teme. Y es que, en realidad, la vida se extiende mucho para el que sabe
disponer bien de ella, porque no es corto nuestro tiempo, es que
despilfarramos mucho. Y las cosas importantes siempre las podemos consumar.
La clave estoica de vivir un largo tiempo consiste en dedicar todo él a
aquello que nos enriquece como personas, sin pensar cuan larga o corta será su
duración.
¿Y qué cosas son aquellas que nos enriquecen? O lo que es lo mismo ¿Cuáles son
las cosas que no nos enriquecen?
Pues una de las cosas que menos nos enriquecen es esperar; esperar recibir
algo del futuro, de los acontecimientos, o de alguien. Porque cuando se espera
el mañana, se anhela el futuro, y cómo lo que se espera no suele llegar, a
cambio frustra y desespera. Mientras tanto nos perdemos el hoy.
Otra de las cosas que nunca nos enriquece es la queja. Y hoy nos solemos
quejar de casi todo. Parece como si hubiéramos perdido la capacidad de tolerar
al prójimo. Pero vivimos en sociedad. Luego, entonces ¿por qué ha de
molestarnos todo? ¿Acaso hemos perdido la capacidad de autocontrol? ¿Hemos
convertido la queja en nuestra válvula de escape permanente?
Y qué recibimos a cambio de esta tendencia a quejarnos, salvo desprecio,
enfrentamientos o enfados. Deberíamos pensar más a menudo en estas cosas, que
no nos enriquecen, y comenzar a apartarlas de nosotros. A cambio, deberíamos
discernir claramente qué cosas nos elevan, nos hacen felices, y por tanto nos
enriquecen.
Hemos nacido con el gran poder de preocuparnos por hacer algo que mejore las
condiciones de un mundo imperfecto; tenemos el poder de preocuparnos por las
pequeñas cosas hermosas y cotidianas. Así que, por qué tantos desprecios;
trabajemos y cultivemos la quietud, reduzcamos nuestras prisas y velocidad,
tratemos hacer una sola cosa cada vez, pero, eso sí, hagámosla bien. No hay
nada tan triste ni decepcionante que aceptar siempre las cosas tal como son.
Porque entonces nos volvemos incapaces de hacer ningún esfuerzo por
mejorarlas. Es igual que lo que le ocurre al poderoso, que se vuelve incapaz
de compartir; que se empobrece cada día ofreciendo discursos y promesas que
sabe que nunca va a cumplir ¡Cuánto vacío en sus vidas!
Cultivemos, pues, tantas cosas que nos enriquecen: el autocontrol; hablemos
poco y con corrección; no respondamos a las provocaciones; no discutamos;
escuchemos sobre todo, y hablemos lo menos posible de nosotros mismos. Nadie
quiere escuchar a quien solo sabe hablar de sí mismo, porque en realidad nadie
es tan interesante como se imagina.
Abstengámonos de hacer valoraciones; evitemos hacer juicios de valor
precipitados, analicemos los hechos y centrémonos en ellos para analizar los
asuntos humanos.
Porque no existe mayor enriquecimiento que lograr el control sobre nosotros
mismos; ello supone el triunfo de nuestra fuerza de voluntad.
Y luego, busquemos aquella actividad que nos apasiona. Y por tanto nos eleva y
enriquece. Pero no lo hagamos con la intención de perdurar. Hemos nacido para
morir. Ocupemos nuestro tiempo, pues, en la mayor utilidad. No busquemos ni
esperemos elogios. Seamos felices, simplemente haciendo aquello que nos
enriquece.
No pudo estar más de acuerfo Mariano, muy buena reflexión la que haces. Lamentablemente el mundo avanza equivocadamente en una dirección bien distinta. En.mi opinión, los grandes poderes que mueven los hilos de este mundo se encargan a conciencia y con verdadero teson de ello, se han preocupado de introducirnos en un mundo ferozmente competitivo donde son los resultados al corto plazo los que marcan las pautas y esto se ha introducido en el ADN de la sociedad adrede y equivocadanente. Lo último que nos queda es la esperanza de que algun día se den cuenta de que se equivocan o nosotros nos convenzamos dexque vamos por el camino equivocado. Fernando García.
ResponderEliminarMuy buena reflexión, solemos quejarnos de todo el ignorar lo bueno que pasa en el momento.
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