A la labor literaria de Antonio Orozco he llegado gracias a la difusión que facilita uno de los grupos de WhatsApp más activos en los temas de novela histórica, y que se denomina así, precisamente, Novela Histórica, y concretamente a La guarida del raposo, gracias a que el autor tuvo a bien promocionar dicha obra durante los últimos días del año que acabó.
Descubrir a personas que viven y disfrutan experiencias similares a las que uno le gusta hacer y vivir, siempre es un gozo y un placer. Por eso, de forma casi inmediata, adquirí la obra con la intención de leerla a la primera oportunidad. Lo que ocurre es que, en mi caso, esto es un proceso complejo, pues tengo un modo de hacer que implica, entre otras cosas, que antes de sumergirme en una lectura, tengo que conocer, aunque sea someramente, algo de la trayectoria y vida del autor; no concibo otra manera de adentrarme en una obra; no, sin conocer, previamente, los principios y valores que inspiran al escritor.
Antonio Orozco Guerrero, es un militar de alta graduación (coronel del Ejército), aunque ya retirado, doctor en Geografía e Historia, amante, por tanto, de la historia, y un buen escritor divulgador. Hombre, pues, de sólida formación, gran experiencia, y sólidos principios, de entre los que me gustaría destacar, su alto concepto de la democracia, principio que él mismo pone de manifiesto a través de una de las entrevistas sobre su hacer como autor.
De modo que éstos eran los mimbres que construyeron el cesto de esa La guarida del raposo. Y con ellos, me dispuse a leer. Y la verdad, me sorprendió.
La obra constituye una trama situada en el contexto andaluz de La Gloriosa, Primera República y posterior Restauración. Una tierra sojuzgada donde el abismo social, entre “señoritos” y jornaleros resulta insalvable, donde no cabe hablar de injusticia, porque lo que existe allí no tiene verdadero sustantivo que lo pueda calificar: una joven violada por sus “señoritos”, una venganza, y un acontecer de sucesos que abocarán a un final feliz, donde se impone la justicia como valor primordial.
No soy yo escritor de finales felices, porque me parece que la vida no los suele dar. Prefiero los mensajes éticos y morales que pueden transmitir los ejemplos de vida con trágico final. Por eso, de vez en cuando, me agrada leer algo con un desenlace feliz.
Pero en La guarida del raposo hay mucho más que una mera trama y un desenlace: el extraordinario conocimiento de la época y del lugar geográfico, donde se describe cada pueblo, cada aldea, cada caserío, cada cañada, arroyo o cordel, cada venta; la descripción de los contextos sociales, el conocimiento de actuación de las fuerzas policiales —Guardia Civil y Carabineros—, la exposición y análisis sobre las ideas políticas de la época —liberales, conservadores, republicanos— a través de unos diálogos de exquisito contenido tolerante y de trascendencia conceptual. Es decir, es la novela de un historiador con un compromiso social: divulgar la historia en el convencimiento de que su conocimiento ayuda a comprender errores, a disculparlos, y a evitar que estos se vuelvan a repetir.
La guarida del raposo es, por tanto, una novela que recomiendo leer, sin dudas ni paliativos.
Pero para mí, personalmente, lo mejor, quizá, haya sido conocer a este autor; un autor que, desde ya, será motivo de seguimiento en mi hacer lector.
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