LA LENGUA DE LOS SECRETOS - Momentos para discrepar

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jueves, 9 de enero de 2020

LA LENGUA DE LOS SECRETOS

No conocía a Martín Abrisketa como escritor. De modo que puedo decir que a su obra, La lengua de los secretos, he llegado de casualidad, atraído, tan solo, por el buen número de valoraciones que la califican como de buena o muy buena, además de un sello editorial que la anuncia como un auténtico bestseller de última generación.
Así que lo primero que me dispuse a hacer, fue conocer un poco al autor antes de adentrarme en su obra. Y así pude encontrarme con la realidad de que Martín Abrisketa, es un seudónimo, en realidad, y que su hacer profesional lo ha desarrollado principalmente, como cámara y guionista de televisión; es decir, que esta primera novela del autor constituye su debut literario. Lo que ya me situó frente a una encrucijada; o este hombre es un prodigio de las letras, o simplemente, esa obra se ha valorado con exageración.
LA LENGUA DE LOS SECRETOS
 
En La lengua de los secretos, Abrisketa, nos viene a narrar las peripecias de unos niños de la guerra que, pese a todos los males que ésta acarreó, ellos la viven como un juego emocionante que consigue que sobrelleven las peores situaciones —bombardeos, tiroteos, rapto del padre, enfermedad de la madre, incluso el exilio en un pequeño pueblecito de los Alpes franceses—, como una especie de aventura que, en realidad, aprendieron a vivir y de la que luego les costó salir.
Lo que ocurre, es que el protagonista, Martinxo, es su propio padre, y Abrisketa convierte la novela en una especie de catarsis emocional que por alguna razón se consideraba obligado a escribir. Y él mismo lo aclara en alguna entrevista: su falta de comunicación, su acumulación de dolor, y al final un reencuentro con su propio padre después de años de distanciamiento. A través de la novela, dice Martín Abrisketa, me he reencontrado con mi padre. Ella ha conseguido que “nos entendiéramos el uno con el otro”.
Debo decir que la historia no me ha conmovido especialmente. Demasiadas lecturas en el mundo de las guerras, demasiadas historias personales o colectivas, como para que ésta, una más de los miles que se dieron en ese oprobio que fue nuestra Guerra Civil, llegue a sobreponerse a otras muchas historias de brutalidad. Lo que sí me ha convencido es el sentimiento, el dolor que expresa el autor. Y eso, para mí, es, quizá, lo más extraordinario de la obra.
Bernardo Atxaga calificó la novela como “fuera de serie”. Y así la califican casi el ochenta por ciento de aquellos que la han valorado. Así que, discrepar, aunque solo sea en parte, constituye un enorme riesgo que tal vez no vale la pena afrontar. Porque ya se sabe, al final, para gustos los colores. Y tan normal es que ésta novela haya gustado mucho a una mayoría de su público lector, como que haya gustado poco o nada a otro sector, aunque sea la minoría.
Y es que, a mí, personalmente, la novela me transmitió inmediatamente ese “tufillo” de obra primeriza, de “novela de juventud”, aunque en este caso estemos hablando de juventud literaria, que no física. Quiero decir, que me ha parecido la obra de un escritor aún por hacer. Aunque, sin duda, se hará, si es que persiste en ello.
Y digo esto, porque en lo fundamental, y esta es mi opinión, La lengua de los secretos no es una obra bien escrita. El narrador en tercera persona, a veces casi un narrador omnisciente, es el propio autor. Sin embargo, pretende hablar por Martinxo, por lo que viene a emplear el lenguaje expresivo de un niño. Pero no consigo introducirme en su piel, porque no consigo apartar la figura del narrador, viéndole como un adulto que quiere ser un niño. Es decir, me falta técnica y dominio literario para ver un niño en el narrador ¿por qué no habrá empleado la primera persona para dejar que Martinxo contara su propia historia? Creo, sinceramente, que la novela hubiera ganado mucho en calidad literaria.
Luego está la cuestión de su extensión: la historia podría haberse narrado, perfectamente, en doscientas o doscientas cincuenta páginas ¿por qué escribir el doble, arriesgándose a aburrir a un importante número de lectores, que abandonan la obra antes de su final?
Pero con todo, esto son pequeñas cosas. El autor brilla en los pasajes que intercala contando sus propios sentimientos, a menudo confesiones de puro dolor. Cuenta una historia más sobre la Guerra Civil, que puede llegar a emocionar, y sobre todo, está escrita con el corazón. Estas son las razones, pienso yo, del fulgurante éxito de la novela. Estas, y la especial delicadeza y sinceridad con la que el autor nos la ha querido mostrar. En resumen, creo que es una obra que vale la pena leer.

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