FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XXII) - TIEMPO - Momentos para discrepar

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viernes, 6 de noviembre de 2020

FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XXII) - TIEMPO

 

Creo que el paso a la situación de jubilación propicia uno de esos trascendentales momentos en los que uno vuelve la vista a tras; lo sea para cuestionarse el paso del tiempo: ¿Cuándo se me pasó?; lo sea para hacer un análisis retrospectivo de nuestra propia vida. Pero en todo caso creo que, en esta situación, resulta un acto inevitable aquello de volver alguna mirada atrás.
El problema deviene cuando podemos pensar que de tanto posponer las cosas, ahora decidimos que ya es demasiado tarde y que, probablemente, hemos desperdiciado nuestro tiempo. Porque en la vida solemos aprender demasiado tarde: “La vida consiste en el hecho de vivirla cada día, cada hora” —dice Stephen Leacock. Así que la pregunta consiste en decidir cómo podemos evitar esto ¿Cómo podemos participar en la fiesta de la vida en lugar de dejarla pasar?
En primer lugar, comprendiendo que nuestro tiempo es lo único que se nos ha concedido, y es una oferta limitada. Por tanto, es importantísimo que comprendamos que tenemos que hacer un uso inteligente de él. Y que cuando lo damos y/o lo compartimos con otros, estamos dando lo mejor que tenemos. Así, pues, no lo malgastemos, porque no todos son merecedores de que se lo dediquemos.
EL TIEMPO
 
Conviene, también, que mantengamos siempre una visión coherente, eliminando todo aquello que es superfluo. Si no tenemos una visión clara de dónde ir, es muy probable que nos quedemos donde estamos, distraídos siempre por el brillo de cada cosa que encontramos al paso. Lo que impedirá darnos cuenta de que nuestra vida dejó de estar bajo control. Objetivos claros, pues, y fuerza de voluntad para alcanzarlos.
Evitemos, del mismo modo, aquello de mantener la actividad por la actividad; es decir, evitemos la hiperactividad. Porque eso solo demuestra que nuestras mentes están inquietas en lugar de calmas. Llenar el tiempo con actividades que no sirven para nada es inútil. Hay que diferenciar las actividades inútiles de aquellas que están enfocadas con nuestros objetivos y con nuestra visión. Debemos limitar, por tanto, aquellas actividades que solo sirven para mantenernos ocupados.
Así que, centrémonos en aquello que tenemos que hacer hoy, no mañana, ni el próximo futuro. Si nos concentramos en hacer aquello que nos toca hoy, no podremos preocuparnos por lo que pueda traer el mañana.
Pero todo ello no significa que nuestra vida debe ser rígida e inflexible. Si descubrimos que nuestro plan o nuestros objetivos no son sólidos, que quizá nos equivocamos al elegirlos, o que las circunstancias exigen cambiarlos, hay que tener la suficiente habilidad y/o flexibilidad para hacerlo.
Epicteto decía que debemos ceñirnos siempre a una decisión. Pero que esto solo se aplicaba a una decisión sensata, no a cualquier decisión. Lo que no redunda ni anima al hecho de que estemos constantemente cambiando de opiniones porque seamos inconstantes.
En definitiva, permanente presencia y valoración de nuestro tiempo; objetivos definidos, y actividad comedida dirigida siempre a su cumplimiento. Y eso en el corto espacio de cada día. Para eso nunca es tarde, porque, recordemos: la vida consiste en el hecho de vivirla cada día, cada hora, y cada instante.

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