FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XXVI) - JUICIOS, ÉTICA Y VALORES - Momentos para discrepar

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viernes, 4 de diciembre de 2020

FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XXVI) - JUICIOS, ÉTICA Y VALORES

 

Decía Fernando Aramburu, en una de sus últimas entrevistas: “Enseguida aprendí dos cosas; una, a no fiarme de los revolucionarios que viven como reyes y lavan su mala conciencia disfrazándose cuando lo pide la ocasión con monos de trabajo; y dos, que en cualquier modelo de sociedad, el hombre sin cultura se lleva siempre la peor parte, si es que se lleva algo”. Que es tanto como decir que, para el escritor, las características principales de la sociedad occidental se basan en su elevado grado de hipocresía; en la manipulación y control de la enseñanza oficial, y en el olvido y la falta de transmisión de valores en el propio hogar.
LAGUNAS MANCHEGAS
Y en este tipo de sociedad, lo cierto es que se impone una banalización de las formas de vida que hace que nos dejemos deslumbrar por las apariencias —el poder, el lujo, la ostentación, lo bien que les va a los otros—, llegando a pensar que ello les conduce inexorablemente a la felicidad. ¡Pero nada más erróneo! Porque la dicha solo puede obtenerse a través de las cosas que dependen de nosotros. De modo que el bien ajeno no debería hacernos envidiosos, ni celosos, porque somos libres, únicamente, cuando despreciamos las cosas que no dependen de nosotros.
Y cuánto mejor nos iría si aprendiéramos a vivir aplicándonos cuatro simples normas de ética y filosofía. Pensemos, por ejemplo, en la cantidad de juicios que emitimos cada día. Porque no solo emitimos juicios sobre cuestiones de hecho; sino también hacemos juicios de valor. Y esos juicios de valor dan forma a nuestras vidas: “No son las cosas las que nos molestan, sino los juicios que hacemos sobre las cosas”.
Prestemos, por tanto, atención, a nuestros juicios. Reduzcamos la velocidad; mantengamos cierta distancia cognitiva entre el momento en que experimentamos algo y emitimos un juicio sobre ello.
Otra cuestión a considerar es la implacable pérdida de valores que se está produciendo en el tejido social. Entre ellos, y de manera oprobiosa, el olvido de la ética y del comportamiento ético en general. Porque la ética es el valor que tiene que ver con aquello que es bueno y malo; lo que debemos hacer y lo que no debemos hacer.
Y lo único que resulta siempre bueno, es tener un carácter o un estado de ánimo envidiable. Lo que significa ser racional, coherente, mentalmente saludable, moderado y justo. Un estado de ánimo tranquilo y racional nunca empeora las cosas. Por contrario, un estado ansioso, irritable o agresivo nunca nos beneficiará. Marco Aurelio decía: “Si algo no es decoroso, no lo hagas. Si no es verdad, no lo digas”.
Así que, mantener conceptos éticos, esto es, un sistema de valores sociales, y actuar conforme a ellos, es una cuestión de elección personal. Y da igual la filosofía o el sistema moral que pueda condicionar estas conductas éticas, porque, si son éticas, siempre estarán diferenciando entre lo justo e injusto, lo que es adecuado socialmente, y por tanto, debemos hacer, y lo que no lo es.
Otras cuestiones que no deberíamos olvidar en nuestro diario vivir, es que las cosas solo son eso, cosas; aunque nos gusten. Y podemos perderlas en cualquier momento. Por tanto, hay que aprender a aceptar las cosas que no podemos cambiar, y saber apreciar las que tenemos en el momento, porque el destino nos las puede quitar mañana.
Y, por último, para terminar, recordar la necesidad de aceptar cada desafío de la vida. Porque supone la oportunidad perfecta para incrementar nuestra capacidad de autosuperación: no se puede controlar una enfermedad, ni el dolor; pero se puede controlar cómo reaccionamos ante ello a través de nuestra actitud mental.

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