LA LECHE DEL ECOLOGISMO; por Héctor Campos Castillo - Momentos para discrepar

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martes, 8 de diciembre de 2020

LA LECHE DEL ECOLOGISMO; por Héctor Campos Castillo

 


Una mujer está harta: mira la televisión, escucha la radio... y sólo salen políticos discutiendo. ¡Ay, los políticos, el gran mal de nuestra sociedad! “Esto de no ponerse nunca de acuerdo ya cansa”, dice mientras conduce por unos paisajes de ensueño: montañas verdes, prados limpios, pueblecitos bucólicos... “Si estuvieras aquí, abuelo, a Bruselas que te mandaba yo”, reflexiona. Un piano melancólico, cámaras lentas con imágenes de ancianos sonrientes, con esa mezcla de sabiduría, templanza, confianza y severidad en sus rostros llenos de arrugas, con calles empedradas de fondo. ¿Quién no se rinde a la perversa y pueril manipulación que los publicistas ejercen en el confiado espectador? Porque resulta que, en la última campaña publicitaria de Central Lechera Asturiana, los ganaderos se nos presentan, paradójicamente, como la solución al cambio climático: “Debisteis viajar al futuro, porque antes de que las palabras, sostenible o bienestar animal, salieran de algún despacho vosotros las llevabais bien grabadas en el cuerpo”. Resulta que están muy orgullosos de que, al ser una cooperativa, todo lo han hecho bien. Cambio climático, ganadería sostenible, industria inocua, cooperativismo feliz... Son la leche, vamos. La leche del ecologismo.
LA LECHE DEL ECOLOGISMO
 
¿Quién no compra, a ciegas, este relato aderezado con una dulce voz femenina cantando el “Asturias, patria querida” (un poco de patrioterismo termina por conmover al más reticente)? ¿Quién no se deja convencer por unas ñoñas imágenes (no faltan los niños felices bebiendo leche y unos padres orgullosos en una casita rural)? ¿Quién no sonríe ante una foto familiar numerosa frente a un paisaje soleado de montañas verdes resplandecientes? Sólo falta Heidi, carajo. Así, el mensaje cala en la sociedad: la ganadería es un pilar fundamental de la lucha contra el cambio climático. Los ganaderos fueron los primeros ecologistas de España. Olé.
¿Por dónde empezamos...? Dejemos aparte el hecho de que nuestros abuelos fueran a Bruselas. Para no herir sensibilidades: si el mío (ya fallecido y al que quería como a un padre) lo hiciera, probablemente empezaría la III Guerra Mundial. Permítanme que dude de que una generación que padeció una dictadura fascista tenga más tolerancia y capacidad dialogante que otra nacida en democracia. Tenían muchísimas virtudes, pero idolatrarlos per se (además de demagógico) es dulcificar y simplificar una realidad bien distinta. Central Lechera Asturiana recomienda: “Pongámonos de acuerdo”. Afortunadamente, la libertad que garantiza la democracia permite discrepancias, opiniones, puntos de vista y discusiones propias de una sociedad amplísima. La política (que presentan como la causa de todos nuestros problemas) precisamente sirve para regular los miles de voces presentes en una sociedad cosmopolita y heterogénea, mediante votaciones, elecciones y demás sistemas democráticos. ¿Se puede mejorar? Mucho. Pero de ahí a mandar a abuelos a Bruselas, me quedo como estoy (con todo el cariño y respeto hacia ellos). Pasemos a otro punto clave: la mercadotecnia es básicamente engañar para vender. Los anuncios están hechos por empresas pagadas por un cliente. Les importa un bledo la verdad. No son periodistas ni documentalistas. Así que, cuando los vean, no se crean nada. O, al menos, duden de todo. Así lo hemos hecho. Y aquí encontramos la primera mentira: no son una cooperativa. Central Lechera Asturiana nació en 1967 como un grupo sindical, que en 1982 se transformó en una sociedad agraria de alimentación (parecida a una cooperativa, pero con sustanciales diferencias). Actualmente, compran el 70% de la producción láctea de Asturias. Eso incluye explotaciones intensivas, en el punto de mira de los ecologistas por sus métodos insostenibles.
LA LECHE DEL ECOLOGISMO
 
Centrémonos ahora en la ganadería. ¿Ecologista? En realidad, genera más emisiones de efecto invernadero que los transportes (según la “Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura”, conocida como FAO). Los paisajes que muestra el anuncio se remarcan con una voz de fondo: “Si algo teníais claro es que para hacer la mejor leche había que proteger este paraíso”. Nueva mentira: la deforestación es uno de los principales impactos de este sector. Los paisajes actuales son preciosos, sin duda, pero han sido creados por la mano del hombre tras arrasar bosques sin contemplación. Y es que la ganadería ha sido históricamente una de las actividades más transformadores del paisaje originario. Miles de hectáreas de bosques fueron arrasadas para convertirlas en pastos para ganados. ¿Es esto negativo? Según el informe “Ganadería y su contribución al cambio climático”, “Amigos de la Tierra” cree que la conservación de los pastos tiene un efecto mitigador del cambio climático frente a la ganadería intensiva. Afirmación con la que no están de acuerdo, paradójicamente, otros grupos ecologistas, que consideran que esa mitigación no compensa otros perjuicios causados que, por falta de espacio, no abordaremos ahora.
Lo que está claro es que esta industria tiene un efecto negativo en el medio ambiente. Algo que quiere ocultar el Principado de Asturias: sus campañas negacionistas son seguidas a pie juntillas por los medios locales, porque evidentemente sus intereses económicos y sociales están por encima de su objetividad (al carajo con la deontología cuando nos tocan la patria). Hace dos años, la Coordinadora Ecologista denunció que el Principado “cede a las presiones de los ganaderos” al asegurar que la ganadería asturiana apenas contribuye a la contaminación ambiental. “Una vez más, el Principado quiere engañar a los asturianos”, se lamentan. Y efectivamente encontramos “noticias” tergiversadas (cuando no directamente falsas) en numerosos medios locales: “La ganadería apenas produce emisiones”, “Asturias hace los deberes y no genera casi residuos” o “La ganadería genera sólo un 8% de las emisiones, frente al 75% de la energía.” Los ecologistas lamentan estas falacias: “Vamos a seguir sufriendo la contaminación de estos residuos muchas décadas.” Uno de los aspectos más negativos son los miles de litros de purines que se vierten ilegalmente por doquier, contaminando zonas naturales, hechos denunciados por los propios vecinos.
En el anuncio de Central Lechera Asturiana también presumen de ser pioneros en “bienestar animal.” Pero una vaca sólo da leche después de parir, y sólo mientras las crías maman. El granjero necesita de las crías para obtener la leche, pero también ha de impedir que la mamen. Un método frecuente es separar a las crías, ordeñar a la madre y volver a preñarlas. Una vaca es sacrificada, generalmente, cuando cumple cinco años; durante toda su vida está constantemente preñada, y es fecundada dos meses tras el primer parto para obtener la mejor producción láctea (“Homo sapiens, de animales a dioses”, Yuval Noah Harari, Debate, 2013). El concepto de bienestar animal es muy subjetivo, pues.
LA LECHE DEL ECOLOGISMO
 
Quedémonos, por no ser aguafiestas, con lo positivo: la FAO asegura que la ganadería es clave para el desarrollo sostenible en la agricultura. Ésta contribuye a la seguridad alimentaria, la nutrición, el alivio de la pobreza y el crecimiento económico. Y asegura: “Mediante la adopción de mejoras, el sector puede reducir sus impactos ambientales y ser más eficiente en el uso de los recursos.” Es evidente que toda actividad humana tiene su impacto en el medio ambiente. Hay que enmendarlos, regularlos y, en la medida de lo posible, reducirlos o eliminarlos. Este año, Central Lechera Asturiana consiguió el “B Corp”, una certificación privada estadounidense que pretende agrupar a empresas que tienen un determinado compromiso social, ambiental e impacto sostenible. Uno de sus objetivos para el presente año es alcanzar el total de energías renovables usadas en sus instalaciones. Para 2025 quieren usar el 100% de plásticos reciclados. Pero en realidad no sabemos si alcanzarán dichos objetivos, y nos preguntamos por qué no usar cristal en vez de plástico reciclado que, al fin y al cabo, sigue sin ser biodegradable.
Son loables sus esfuerzos. Y los aplaudimos. Pero eso no les da potestad para calzarse el disfraz ecologista. “Pongámonos de acuerdo”, dice su lema. Demasiado se pusieron, pues en 2015 fueron sancionados por la “Comisión nacional de los mercados y la competencia” de España por conductas anticompetitivas, al concertar el reparto del mercado desde 2000 hasta 2013. Quizá deberían dar menos lecciones moralistas y seguir trabajando por mejorar. Ahí seguro que nos ponemos todos de acuerdo.

Héctor Campos Castillo, es escritor, periodista y fotógrafo.

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