Parece que en este tiempo actual escribir sobre ecología, o más concretamente sobre determinados problemas ecológicos, no fuera sino una excentricidad, ya que todo habría de subordinarse al acontecer político del momento. Es como si no hubiera un más allá en nuestro inmediato futuro que el de opinar si esos mediocres políticos que nos representan van a conseguir o no estar a la altura y formar el nuevo gobierno nacional. Al menos eso es lo que parece deducirse de las persistentes noticias que emanan desde los distintos informativos y medios de comunicación.
Laguna del Camino de Villafranca |
Y de este modo hemos convertido un problema cuya solución revertirá necesariamente en el corto plazo, en el «problema» por excelencia. Mientras que los problemas de índole global, sin visos de solución en el corto plazo, pero de extraordinaria gravedad —hambrunas, epidemias, guerras, éxodos masivos— parecen ocupar un plano muy secundario en el interés público del ciudadano español.
Pero esas otras cosas siguen pasando y son infinitamente más graves que el hecho de si Pedro Sánchez conseguirá o no formar gobierno, o de si habrá que repetir el proceso electoral, al fin peccata minuta considerada en el plano global.
Y también siguen pasando cosas en el plano ecológico que son de extraordinaria mayor gravedad y no parece que importen o preocupen al conjunto social, por no decir a los que gobiernan y administran, a los que aparte de consolidar sus privilegios de poder pocas cosas parecen importarles ya.
Laguna de las Yeguas |
Y eso lo dice el último informe de la NASA, al igual que asegura que de seguir a este ritmo en el año 2030 el cuarenta por ciento de la humanidad sufrirá escasez de este elemento. Lo que significa que el agua ha comenzado a ser un bien escaso, que su precio subirá, y que existen ya muy pocas materias primas que presenten tan buenas perspectivas de lucrativo negocio.
Así que ante este panorama puede que no sea tan estrafalaria la idea de seguir hablando y escribiendo de ecología, o la de sacar a la palestra problemas ecológicos que desde luego son cualquier cosa menos problemas menores; y que exponerlos y debatirlos supone un ejercicio político de tanta importancia como los demás. Porque lo que cabe preguntarse es ¿Cómo resulta posible tanta insensatez? Y la respuesta dimanaría, precisamente, de la actuación de ese nivel de los políticos a los que tanto les ocupa y les preocupa que los ciudadanos hablen de ellos, y sólo de ellos, en momentos como el actual, y luego, cuando alcanzan sus objetivos de poder, lo que les ocupa es que nos olvidemos de su hacer ético, político y moral para dejarlos gobernar. Porque entonces sí, entonces ya habrá otros problemas que considerar.
Y ante realidades semejantes hace tiempo que dejé de pensar que el Estado —institución política— dejó de ser aquel ente que había de ocuparse de los intereses del conjunto de la sociedad, para pasar a convertirse en un mero testaferro de los intereses de las grandes corporaciones que con su poder económico —omnímodo poder— imponen sus condiciones dirigidas, evidentemente, a ganar más, allá en aquellos sectores que en cada momento ofrecen mayor posibilidad, como ocurre con el agua y servicios básicos como la electricidad.
La democracia representativa es hoy un cómplice necesario en este entramado en el que ha dejado de representar a la sociedad para representarse sólo a sí misma, esto es, a los políticos profesionales que la copan y la manipulan a nivel mundial. Y así hacen que pensemos lo que ellos deciden que debemos pensar, y qué o cuales acontecimientos son los que interesa divulgar convirtiéndolos en noticia, pervirtiendo de este modo la razón, la justicia y el interés general. Y no importa que para ello sea menester mantener en la guerra, el odio y la destrucción, a media humanidad tan sólo para salvaguardar sus «islas» de poder y bienestar. Y todo ello se consigue a base de esquilmar ecológicamente el Planeta a un ritmo que a poco que nos descuidemos ya no tendrá vuelta atrás.
Así que no me parece ninguna excentricidad seguir escribiendo de ecología y compartir información en estos momentos, además de reivindicar la ecología política en el ideario y el hacer de los que mandan o mandarán. Porque sólo cuando conozca a un político profesional —uno sólo— que se atreva a hacer lo que procede y conviene en materia medioambiental en el ámbito de sus competencias —globales o locales, tanto da— pensaré que la democracia representativa todavía es una posibilidad.
Pero, y permítanme que en esta ocasión cite y adapte palabras evangélicas aunque no sean mi fuerte documental, «Es más fácil que un camello por el ojo de una aguja…»… que un político se proponga realizar política ecológica pensando en el bienestar de la humanidad.
Y si no, por poner un ejemplo cercano, vean el ejemplo de cómo están Ruidera y Daimiel después de cuarenta años de liberal democracia representativa… ¡Para echarse a llorar!
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