Resulta curioso seguir el ilimitado desencuentro que llega a suscitar la utilidad, o no, de las redes sociales —muy en particular Facebook— en su contribución al debate sobre el discurso social y a la formación de una opinión pública más enriquecida y formal.
Facebook otra vez |
De modo que hace tan solo unos días podía escribir una entrada en la que glosaba la opinión de que el éxito de facebook se basaba en la condición narcisista que encerraba su uso al centrarse en cuestiones sobre uno mismo, antes que en historias sobre el bien común y las ideas: Facebook se presentaba como una especie de espejo en el que cada uno se miraba para preguntarse aquello de "quién es el más bello del reino".
Sin embargo, ahora, tras tener la posibilidad de leer otras colaboraciones que cuestionaban este enfoque, debo convenir en que ya no sé, realmente, donde se encuentra la clave lógica de éste debate formal. Porque si en algo estaban de acuerdo los teóricos sobre esta cuestión, era en considerar que con la masificación de las redes el "ágora digital" se había convertido en cosa viral: era el nuevo espacio público donde el individuo podía ejercer como ciudadano global.
Sin embargo la realidad anuló muy pronto este discurso: la revolución de Facebook ha terminado por desembocar en puro tribalismo y polarización. Es verdad que te conecta con más gente; pero en realidad tan solo te conecta con aquellos que piensan como tú.
Así, pues, Facebook, un medio que conecta nada más ni nada menos que una cifra por encima de los dos mil trescientos millones de usuarios, sufre una profunda crisis de credibilidad y reputación. Tanto, que pocos son los pensadores que hoy se atreven a defender el debate de masas en las redes sociales.
Sin embargo, como para todas las cosas de la vida, hay excepciones. De modo que no ha de faltar quien viene a defender que lo que ocurre en realidad es que tras el malestar con el desarrollo de la conversación pública digital, lo que se esconde es un soberbio elitismo, un miedo escénico a que cualquiera, sin ser "nadie", sin haber pasado ni pagado los peajes que impone la vida pública burguesa, pueda discutir, e incluso dejar en ridículo a cualquier "eminencia" más o menos colegiada. Es decir, que la opinión de aquellos que "saben" pueda ser acallada por un sinfín de "cualquieras" que se atreven a opinar de las cosas sin la más mínima formación.
Así que aquí nos encontramos, ante dos visiones antagónicas de las cuales ambas parecen tener una parte importante de razón: si por un lado Facebook solo es capaz de crear identidades grupales con los que piensan y/o actúan de modo similar, impidiendo si no imposibilitando, el debate razonado y la relación con aquellas personas o grupos que piensan de distinta forma o modo, por otro lado no deja de ser menos cierto que la verdadera conversación que vertebra a las sociedades no es la científica, la de aquellos que "saben"; sino la de aquellos muchos que "no saben", pero quieren compartir su ignorancia y exponer su auténtica insatisfacción. Y si su lenguaje no está a la altura, quizá si pueda estarlo su sarcasmo o su ironía.
Y ante estos postulados ¿cabría mantener una absoluta descalificación de Facebook y del resto de las redes sociales basada en la trivialización de los resultados y en la mera ironía de los usuarios? Pues ¡Vaya usted a saber! ¡Allá cada uno con sus posicionamientos al respecto!
Pero si he de retomar el hilo de la cuestión, resultaría conveniente aclarar que el objetivo de esta nueva entrada no sería otro que el de concretar la posición del autor con respecto al tema, y por lo tanto debería ir concluyendo una opinión. Aunque debo confesar que por esta vez no tengo muy claro el asunto. Porque si por un lado pienso que es muy cierto que Facebook solo crea falsos debates entre iguales, también lo es que creo igualmente cierto que es el ego personal de los que piensan que "saben" lo que les impide aceptar la irónica o satírica insatisfacción de aquellos "cualquiera" que ni siquiera sabrían expresar su desacuerdo si no es recurriendo a la mera y burda descalificación.
Así que creo que, a pesar de los pesares, me decantaría por pensar que bien venido sea el "debate" a través de las redes sociales, por muy burdo, zafio, grosero o descalificador que pueda resultar. Al fin, nos permite ver, aunque sea por negación, lo que dicen o piensan aquellos que se oponen a nuestros argumentos. Porque al fin, luego actuará ese mecanismo corrector que es la democracia, con sus urnas y la expresiva confrontación de ideas a través de las elecciones libres. Y ésta si que es la legítima voz, expresiva, respetuosa y diferencial, que debemos acatar. Y eso, con o pese, a Facebook, Twitter, Instagram y todo lo demás…
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