FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XIII) - ACOSO E INTIMIDACIÓN - Momentos para discrepar

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viernes, 21 de agosto de 2020

FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XIII) - ACOSO E INTIMIDACIÓN

Quizá una de las mayores lacras que afronta la sociedad actual sea la del acoso e intimidación que sufren millares de ciudadanos tanto en el ámbito social como en el laboral. Pero aún, con ser esto execrable, cuando el acoso se produce en el ámbito escolar, esto es algo que debería resultar intolerable en cualquier sociedad, avanzada o no, porque el maltrato y sufrimiento de los niños es algo inadmisible que no se puede soportar.
Por intimidación se entiende, internacionalmente, el acto de acosar, intimidar, condenar al ostracismo o menospreciar a otra persona con objeto de infligirle daño intencional frente a los demás. Algo que se produce millones de veces cada día en el conjunto del orbe, llegándonos a parecer, inclusive, una actitud casi normal.
ÓLEO DE MARÍA ARIAS
Pero no lo es en absoluto, y de eso puede dar buena cuenta todo aquel que ha tenido la desgracia de sufrir en su propia persona o en su ámbito familiar algún tipo de acoso o intimidación.
Lo cierto es que muchos de nosotros, padres o abuelos, hemos tenido que preocuparnos, o nos vamos a preocupar en el futuro, sobre el potencial de acoso que presentan nuestros hijos o nietos al tener que crecer en un mundo dominado por las redes sociales ¿Qué hacer? ¿Cuál sería el modo adecuado de afrontar esos posibles hechos?
Pues lo primero de todo sería tratar de entender que las acciones de acoso solo denotan cobardía y debilidad, no una fuerza real. Si mienten, roban, matan o abusan, la culpa y la vergüenza es de ellos. Si actúan por envidia o resentimiento, es también su culpa y su mal, no el nuestro. Luego, no podemos cargar con ese lastre. Y eso es lo primero que debemos hacer entender al acosado: hay que ayudarle hasta que perciba claramente que es intimidado solo por maldad, nunca por culpa suya o porque haga las cosas mal. Él no es culpable de nada; esto es lo primero que ha de entender. Y después, ponerse a trabajar juntos para cercenar ese mal. Algo que va a necesitar muchísima fortaleza en la mayoría de las ocasiones. Otras veces solo necesitará sentido común: si alguien te ataca en las redes sociales, o no les agradas, basta con dejar de ser amigo o seguidor de aquel acosador; en absoluto habrá que considerarse afectado por sus decisiones, insultos, rumores o provocaciones.
Lo cierto es que cuando nos ocurren estas cosas, nos encontramos ante algo nuevo que nunca nos había ocurrido y que tampoco nos ocurrirá muchas veces en la vida. Pero tampoco es inusual que ocurra. La fuerza para afrontarlo está en ser conscientes de que lo que nos ocurre ya lo han sufrido muchas personas antes que nosotros, y lo han sufrido con dignidad y entereza. Por tanto, fuerza, energía, y búsqueda de consejo profesional para afrontar el problema con sentido lógico y pragmatismo total.
Perseguir la justicia no es lo mismo que perseguir la venganza. Llevados de la cólera y la ira; la indignación, aún en su justo término, tiende a cegarnos. Afrontar la agresión, con agresión, sería, como poco, imprudente; tanto a nivel emocional como práctico. Resulta absolutamente más eficaz ejercer el autoconvencimiento, tanto en el acosado como en el familiar, de que “no pueden hacernos daño”; pese a que nos difamen, nos insulten, nos agredan: “No pueden hacernos daño”. Y eso, porque su maligna actitud escapa a nuestro control; pero en cambio sí que está en nuestra mano controlar como reaccionamos ante ello.
No propongo pasividad ante los fenómenos de acoso, sino autocontrol personal en base a comprender que las acciones externas no las podemos controlar; pero sí podemos controlar nuestra percepción sobre ellas; valoración de las actuaciones que procedan, y fortaleza psicológica para rechazar ese daño exterior. Y por supuesto, colaboración absoluta de todos contra el acoso de cualquier tipo: ¡Tan cobarde es el que intimida y acosa, como el que, siendo consciente de ello, nada hace por evitarlo!

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