FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XX) - ESTRÉS - Momentos para discrepar

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martes, 20 de octubre de 2020

FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XX) - ESTRÉS


A veces, cuando mantengo conversaciones o video llamadas con mis íntimos, no deja de sorprenderme el alto nivel de responsabilidad familiar y laboral que me transmiten. Pero también, es verdad, que lo que más me suelen transmitir es un altísimo y constante nivel de estrés. Y es que en su hacer cotidiano todo parece resultar una incesante queja: el sistema no funciona, los políticos son un desastre, la economía es una pena, este país no avanza… Me recuerdan a mí mismo hace tan solo unos años.
ESTRÉS
 
Epicteto decía: “Recuerda que eres actor en un drama. Si es corto, de uno corto; si es largo, de uno largo. Si has de actuar como un pobre, un lisiado, un gobernador o un particular, procura hacerlo con naturalidad, pues esto es obligación tuya: actuar bien en el papel que se te ha otorgado. Pero elegir el papel, eso no te corresponde, pues siempre te será asignado.
En la actualidad resulta muy recurrente el sentirnos desequilibrados; personas independientes, en suma, con identidades, roles, privilegios o estatus que creemos tener que defender a toda costa. Lo que nos convierte en presa fácil del estrés. Y en estas condiciones pasamos a olvidar rápidamente los objetivos comunes, hasta incluso llegar a estar resentidos con el equipo o el grupo en el que nos desenvolvemos o dirigimos. Es decir, nos olvidamos que somos actores que solo cumplimos con el papel que nos ha sido asignado; que hoy podríamos ser diputados o empresarios de éxito; y mañana una mera persona privada que incluso al día siguiente tendrá que vestirse con el manto de los pobres ¡Cuánta soberbia y vanidad!
“Si quieres mejorar, siéntete contento de que te consideren tonto y estúpido con respecto a las cosas externas. Nunca busques pasar por sabio; nunca desees que piensen que sabes nada. Si algunos te consideran un personaje, desconfía de ti mismo. Porque no se puede conservar la razón, y al mismo tiempo luchar por conseguir cosas externas. Pues si te ocupas de lo uno, por necesidad tienes que descuidar lo otro” —decían los estoicos.
Así que bien haremos en guardar silencio con frecuencia; no decir sino las cosas necesarias y con pocas palabras. Porque es bueno hablar poco, y nunca de cosas triviales. Pero, sobre todo, no hables nunca de otros, sea para criticarlos, alabarlos o hacer comparaciones. Y en cuanto a las conversaciones con los amigos, procura que sea siempre sobre cosas útiles y convenientes. Cuando estés con extraños o indiferentes, lo mejor será siempre callar. Y cuánto mejor nos iría a todos si fuésemos fieles seguidores de estos consejos en lugar de hablar y hablar, en muchas de las ocasiones sin conocimiento ni mesura; solo con el criterio de nuestra mera opinión a la que la soberbia eleva a rango de verdad.
Si antes de actuar pensáramos en lo que íbamos a hacer, evitaríamos, no solo dañar al prójimo en múltiples ocasiones, sino sentirnos acordes con nuestra propia serenidad. Jamás deberíamos olvidar que no nos dañan las cosas que nos ocurren, sino nuestra propia interpretación sobre las mismas.
Por tanto, todo el estrés que generamos es solo fruto de una imaginación desenfrenada, y de una actitud poco reflexiva y meditada, como ocurre cuando culpamos a los otros por nuestros fracasos, cosa común propia de ignorantes, en lugar de reflexionar sobre nuestra propia parte de culpabilidad, que sería el modo de instruirnos y crecer. Porque las cosas son como son, y no hay otra forma de que sean. Humildad y conocimiento para aceptarlo, es la mejor manera de no conceder lugar y espacio al estrés.

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