ECOLOGÍA POLÍTICA (IV) - MAR DE ARAL - Momentos para discrepar

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miércoles, 7 de octubre de 2020

ECOLOGÍA POLÍTICA (IV) - MAR DE ARAL

 

En el año 2009, la fundación We Are Water, encargó a la cineasta, Isabel Croixet, que creara un documental capaz de reflejar la importancia del agua en la vida de las personas; en la economía y en el equilibrio medioambiental. La directora de cine español eligió mostrar una realidad poco conocida internacionalmente, un auténtico desastre ecológico provocado por el hombre al que tituló “Aral, el mar perdido”.
En la década de 1950, el mar de Aral contaba con mas de sesenta y siete mil kilómetros cuadrados de superficie: era el cuarto lago más grande del mundo, por detrás del mar Caspio, el lago Superior y el lago Victoria. Contaba con unas inmensas reservas de pesca: suministraba una sexta parte de todo el pescado que se consumía en la Unión Soviética.
MAR DE ARAL
  
Pero donde antes había peces y barcos, hoy solo queda arena, cascos de barcos oxidados y esporas tóxicas de ántrax. Y todo ello a causa de un vasto plan de irrigación que pretendía poner las inmensas estepas que rodeaban el lago en producción masiva de plantas de algodón.
Las repúblicas de Kazajstán y Uzbekistán eran parte, por entonces, de la Unión Soviética, de modo que asumieron los planes emanados desde Moscú sin la menor oposición, fuera del tipo que fuera, y mucho menos si los motivos de objeción podían tener su base en aspectos de carácter ecológico.
Pero lo cierto es que las tierras eran muy poco adecuadas para ello; especialmente áridas y sin ninguna infraestructura hidráulica previa para uso del regadío. De modo que los ingenieros soviéticos pensaron utilizar las aguas de los principales ríos que desembocaban en el mar de Aral, en especial la de los colosales Amu Daría y Sir Daría. Para ello se diseñó y planificó una de las transformaciones más ambiciosas que se han conocido, tan solo equiparable al daño ambiental que provocó. En pocos años, se construyeron cuarenta y cinco embalses, más de ochenta presas y cerca de treinta y dos mil kilómetros de canales que desviaban más de cincuenta y ocho mil millones de metros cúbicos del agua de dichos ríos. Pero la obra fue tan deficiente que los canales perdían casi tanta agua, o incluso más, de la que transportaban. Ello provocó un constante incremento de la cantidad de agua extraída de ríos y acuíferos que redujo el caudal aportado al lago a menos del diez por ciento del que recibía en 1960.
Como consecuencia, veinte años después, a comienzos de la década de 1980, gran parte de la superficie se había secado. En 1989, el gran cuerpo de agua se partió en dos; y en 2009, cuando Isabel Croixet rodó el documental, el lago había perdido una superficie semejante a la de Irlanda; su volumen se había reducido a una cuarta parte, mientras que el noventa y cinco por ciento de los embalses y humedales cercanos se habían convertido en desiertos, y más de sesenta mil hectáreas de los antiguos deltas estaban secas.
MAR DE ARAL
Las consecuencias de esta tragedia ecológica fueron terribles, tanto para el ecosistema de la zona, como para la población que habitaba en ella: muelles, plantas de procesamiento, almacenes, pueblos y ciudades que vivían de la pesca desaparecieron; decenas de especies de peces, y otras tantas de aves se extinguieron; el clima cambió de forma irrecuperable, las tormentas de polvo se convirtieron en habituales y arrastraban con ellas, no solo arena, sino también esporas tóxicas de ántrax procedentes de la antigua base secreta de investigación biológica situada en la ya inexistente isla de Vorozhdeniye, en el centro del lago.
La población de la cuenca del Aral se duplicó atraídos por las bondades del regadío, alcanzando los sesenta millones de personas; una multitud demográfica que hoy, como consecuencia de las tormentas de sal y ántrax, sufren cáncer esofágico, tuberculosis y todo tipo de enfermedades oculares y respiratorias.
Y esto solo es una mínima parte del total de consecuencias ambientales, climáticas, económicas y humanitarias derivadas de la mala gestión política del medioambiente. Consecuencias que siempre se ven agravadas si la mala gestión se realiza sobre el agua, la peor amenaza para el sistema planetario.
Casos como el del mar de Aral deberían ser objeto de estudio de todos los programas escolares, e incluso universitarios ¡A ver si aprendíamos de una vez! Pero esto va a ser difícil asumirlo, porque todas las actuaciones tendentes a evitar estos desastres están dentro de lo que se considera ecología política. Y eso ya saben; eso es terrorismo, comunismo, políticas bolivarianas, antisistémicas, y, en fin, todo aquello que se quiera decir ¡Valientes hipócritas! ¡Anda y que les den!

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