LA ISLA DE LAS MUSAS - Momentos para discrepar

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jueves, 16 de abril de 2020

LA ISLA DE LAS MUSAS

Me gusta escribir reseñas personales de los libros que leo. Sé que lo hago por un motivo egoísta; al tener que reseñar debo implicarme con mucha mayor profundidad en la lectura de la obra: su estilo narrativo, los diálogos, trama, personajes… Si, además, se trata de una novela del género histórico, todas estas atenciones se acrecientan, porque busco encontrar la fidelidad con el tiempo histórico novelado, con los usos, giros y voces de la época. Eso, sin hablar de la preocupación por conocer, aunque sea mínimamente, algo de la biografía del autor. De modo que, reseñar una obra literaria, significa para mí, una fuente de aprendizaje también.
Pero reseñar, insisto de nuevo, al menos para mí, significa un trabajo con solo dos caras; esto es, sin escala de grises: o me resulta extraordinariamente sencillo reseñar la obra, lo que me viene a suceder generalmente cuando ésta me ha gustado, o me resulta extraordinariamente complicado cuando ocurre lo contrario, que la obra no me ha gustado, o no me he identificado con su trama, o en definitiva, no me ha quedado un buen sabor de boca después de leer.
LA ISLA DE LAS MUSAS
 
Pues esto último es lo que me ha venido a ocurrir con La isla de las musas, de Verónica García-Peña, una obra que consiguió quedar situada como cuarta finalista del Premio Planeta 2017, lo que ya avalaría, por este hecho, su plena validez.
De verónica García-Peña, hay que decir que nació en Oquendo (Álava) en 1979. Que pasó su niñez y juventud en Zalla (Vizcaya), desplazándose cuando contaba con veinticuatro años, a La Rioja y Navarra, para, en 2016, trasladarse a Gijón, lugar donde reside en la actualidad.
Licenciada en periodismo y sociología por la Universidad del País Vasco, colabora con diversos medios de comunicación y con distintos grupos editoriales, para los que realiza lecturas y reseñas de libros. Publicó en 2013 su primera novela, pero fue en 2015, al quedar entre los diez finalistas del Premio Planeta, con El ladrón de sueños, cuando realmente se dio a conocer al gran público. Desde entonces su trayectoria ha sido constante y regular, gozando de un importante reconocimiento por parte del público lector.
La isla de las musas, nos presenta una trama basada en la historia de Ricardo Pedreira Ulloa, un escritor alcohólico y adicto a la morfina que regresa a su isla natal, en Galicia, con el ánimo de recuperar su maltrecho cuerpo, y lo que es más importante, volver a encontrar su inspiración. A veces cuerdo, a veces poseído por sus propias visiones y locuras, rodeado de soledad y de una naturaleza, que, si no extrema, si lo es ciertamente hostil, Ricardo Pedreira nos narra en primera persona una historia de intriga, con algunos pasajes casi de terror, en lo que lo sobrenatural coexiste con la realidad cotidiana del narrador.
De La isla de las musas, los críticos dicen que es una novela diferente, donde lo sobrenatural coexiste con el amor y el horror; la locura con la lucidez, y la inspiración con la nada.
A mí, personalmente, es una novela que no me ha gustado. Reconozco que está bien escrita, que la autora está bien formada, que maneja perfectamente las claves y técnicas del oficio, que tiene una imaginación prodigiosa; incluso que logra crear esa intriga que a muchos lectores apasiona. Pero a mí no me dice nada; no hay mensaje, no hay compromiso social, no muestra ningún interés por cambiar algo, por mejorar algo.
En resumen, me ha faltado lo que para mí es primordial a la hora de escribir: recordar que la literatura es una herramienta casi revolucionaria que debe dirigirse a lograr la transformación social. Escribir es un compromiso, según lo entiendo yo. Pero, ciertamente, ahora corren otros tiempos, otras inquietudes muy alejadas de estos, ya, casi ultramontanos pensamientos. Será por eso, por lo que este tipo de literatura me deja vacío; decepcionado; vamos, que ni fu, ni fa.

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