LA SUERTE DE LOS IDIOTAS - Momentos para discrepar

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lunes, 6 de abril de 2020

LA SUERTE DE LOS IDIOTAS

No llego a entender muy bien cómo es posible que las últimas lecturas a las que he encontrado algo de sabor, enganchándome con ganas de leerlas rápidamente hasta el final, se hayan correspondido con autores prácticamente desconocidos para mí que, además, escriben en un género —novela negra— que nunca me había provocado una gran atención. Y si últimamente me interesé algo más por el género, fue al leer a Pérez Reverte con su nueva serie Falcó. Sin esa casualidad, puede que todavía siguiera pasando mucho de esta literatura, porque, francamente, siempre me había parecido un género menor.
LA SUERTE DE LOS IDIOTAS
Pero, mira por donde, tal y como hace poco viniera a descubrir a Víctor del Árbol, a través de La tristeza del samurái —obra que también reseñé—, ahora acabo de descubrir a Roberto Martínez Guzmán, un joven y prometedor escritor “de provincias” que lo está haciendo francamente bien. Y al decir de provincias, no lo hago, ni mucho menos con ningún tono peyorativo, sino todo lo contrario, lo hago para ensalzar la dificultad añadida de triunfar desde un provinciano lugar; aquella Galicia más desconocida, por no ser la turística tradicional.
Roberto Martínez Guzmán, nació el 1 de septiembre de 1969, en Ourense, en el seno de una familia humilde. Fue el hijo menor de un carpintero y una modista. Estudió el Bachillerato y llegó a ingresar en la facultad de Derecho de la Universidad de Santiago. Abandonó la carrera cuando cursaba cuarto curso, por motivos familiares, pasando a trabajar en el SERGAS. En 2002, tras aprobar la oposición, entró a formar parte del cuerpo de funcionarios de la Xunta de Galicia, donde desarrolló su labor profesional, primeramente, en la residencia Mar de Área, de Vigo; posteriormente en el servicio de movilidad de Ourense, donde trabaja en la actualidad.
Inició sus labores literarias en su etapa universitaria, pero fue en el año 2010 cuando comenzó su etapa como escritor con Cartas desde el maltrato, a la postre su auténtica ópera prima.
En La suerte de los idiotas, Roberto Martínez, nos presenta a su nuevo protagonista, el policía Lucas Acevedo, un hombre quemado por sus últimos trabajos en Madrid en lucha contra el crimen organizado, que toma una “aconsejada” excedencia para favorecer su recuperación psíquica y emocional. De este modo llegará a Mondariz, donde dispone de un ático que le permite llevar una vida anónima y retirada en compañía de un gato y mucha cerveza y alcohol. Y como en todas las tramas de novela negra, Lucas Acevedo, se verá envuelto, casi de casualidad, en una trepidante acción, con un incipiente amor de por medio, que irá dejando un reguero de cadáveres a su alrededor.
La novela me enganchó desde el principio, hasta el punto de casi devorar su lectura en apenas un par de días. De modo que pensé que la obra era muy buena, y que Roberto Martínez es un buen escritor. Y con esa idea inicié esta reseña. Lo que ocurre es que, en mi caso, antes de reseñar, me gusta contrastar los comentarios que ha ido suscitando la obra en otros ámbitos literarios, sobre todo, aquellos de los que son expertos en el género y que conocen bien la cuestión. Y debo reconocer que casi todos eran buenos comentarios.
No obstante, como de todo hay siempre en la viña del Señor, hay quien opina que la novela cae en los tópicos de la novela negra; que el protagonista debe ser casi alcohólico, de una integridad intachable y sin dobleces —nunca acepta sobornos—, y además es respetuoso con las mujeres que se le ponen a tiro. Pero, aun así, a este crítico no le parece que la obra sea mala, en absoluto. En definitiva, que incluso en los comentarios más negativos que ha tenido esta obra, sus autores terminan reconociendo que es un buen libro de un buen escritor.
A mí, en particular, me ha parecido una obra bien trazada, con una acción trepidante y una gran capacidad para enganchar al lector. Me parece, además, que es una obra muy bien escrita que recomiendo leer. Leer, y seguir al autor.

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