MOMENTOS PARA EL DIÁLOGO (VIII) - EL "VIRUS" SOCIAL - Momentos para discrepar

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miércoles, 29 de abril de 2020

MOMENTOS PARA EL DIÁLOGO (VIII) - EL "VIRUS" SOCIAL

Pues aquí estamos de nuevo, dispuestos a compartir con el papel, y de paso, si cabe, con algún que otro lector, estos pensamientos y reflexiones que me suscita el confinamiento. Y aunque quizá no debería hacerlo —al menos eso es lo que me aconseja un buen amigo, sin duda con su mejor intención—, lo cierto es que, en este caso, debo discrepar de su opinión. Y ello por dos motivos: el primero; porque este consejo parte del subjetivismo cuestionable de considerar que la sociedad es tan mediocre y banal, que casi todo lo que escribo está fuera de contexto, y por tanto resulta falto de interés social; lo que solo puede reportarme indiferencia y menosprecio. En resumen, él pretende que me protege así. El segundo motivo de discrepancia con su opinión deviene, simplemente, de una total y absoluta valoración personal: mi vida interior, mi propia estabilidad psíquica y emocional, dependen de una sola cosa: escribir. Y ello, porque éste es mi objetivo; esta es mi pasión; y porque ello me permite considerarme escritor, que es lo que siempre anhelé.
Así que, a pesar de los pesares, y aún a riesgo de llevarme algún que otro revolcón, seguiré con esta serie de reflexiones; porque, como poco, me sirven a mí al tener que hacer el correspondiente ejercicio de análisis y síntesis previo a realizar el escrito en cuestión.
ÓLEO DE MARÍA ARIAS (Detalle)
 
Así que, esbozadas las motivaciones de este empeño por seguir, he de decir que la meditación que hoy, pretendo trasladar, deriva de una de las últimas conferencias que escuché. En ella el ponente mantenía la premisa de que, efectivamente, nuestra sociedad se encuentra contaminada por un “virus”; uno permanente y más letal, a la larga, que el actual coronavirus. Y éste no es otro que el de la prisa y la velocidad.
Vivimos en una sociedad llena de enfermedades producidas por esa forma de vivir y las consecuencias que provoca: estrés, ansiedad, individualismo, falta de solidaridad…; en definitiva, demolición de los pilares del conjunto democrático que después de tantos años logramos elaborar.
Mantenía el ponente que, el tiempo actual, con el coronavirus y su manifestación del COVID-19 como enfermedad, da mucho que pensar: la economía se estanca; pero la atmósfera se limpia. Y eso parece que lo ha logrado ese “bicho” consiguiendo eliminar la cercanía entre las personas, y mostrándonos a la vez la necesidad de volver a los valores de antaño: responsabilidad compartida; certidumbre de que todos nos necesitamos; y la realidad de que la única forma de salir de esto es con reciprocidad.
Y desde luego, no podemos negar que nuestro tiempo, con jornadas extremas ajustadas solo a lo económico y al trabajo, nos hace volver necesariamente a nuestros hogares sin tiempo que dedicar a los nuestros, ya sean hijos, esposas o compañeras, padres o abuelos; llegamos tan solo con ganas de recluirnos en nuestra propia individualidad. Y este tipo de vida nos empobrece hasta extremos inverosímiles.
Hemos necesitado una pandemia y un confinamiento obligado, para volver a pensar en los viejos valores. Porque no nos ha quedado otra que comprender que, ante ella, no valen los mecanismos de la individualidad: si no respetamos las reglas, ponemos en riesgo a todos los demás ¡Ahora nos necesitamos juntos! Gran redescubrimiento; todos somos necesarios, y no hay trabajo, especialidad o clase social que resulte menospreciable o superflua, salvo, quizá, la de esos parásitos que, como encantadores de serpientes, solo saben vivir del cuento, azuzando símbolos y odios entre los demás, con el único objetivo de alcanzar sus fines y subir hasta los más altos puestos del poder y la escala social.
A mí, personalmente, me parece todo un lujo volver a descubrir que somos animales sociales, y que el individualismo social es algo negativo. Por tanto, no ha sido ni es tiempo falto de valor este confinamiento. Solo hay que sacarle un sentido positivo: preparemos rutinas diarias que resulten enriquecedoras, realicemos algo de ejercicio, descansemos y durmamos algo más de lo habitual, y recuperemos y mantengamos vínculos con tanta gente que dejamos atrás. Porque no podemos menos que reconocer, tras este encierro, que las relaciones humanas no solo son importantes: ¡Son imprescindibles! Y si además aún nos queda tiempo para aprender cosas nuevas, mejor.
Y no nos olvidemos, también, de buscar un rato cada día para recuperar el hábito de leer. Ello nos enriquecerá, y nos posibilitará salir de esta crisis siendo mejores. Y eso es una de las buenas cosas que nos pueden pasar.

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