MOMENTOS PARA EL DIÁLOGO (II) - Momentos para discrepar

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viernes, 29 de mayo de 2020

MOMENTOS PARA EL DIÁLOGO (II)

La idea de compilar en este pequeño opúsculo, toda una serie de artículos dedicados al pensamiento y a la reflexión sobre los condicionantes humanos y la búsqueda de la felicidad, nació en esos largos días del confinamiento a que nos vimos obligados en los momentos más álgidos de la pandemia del COVID-19. Muchas horas de soledad, y por tanto, tiempo para pensar y escribir.
Dedicaba muchas horas a leer, y encontraba especial placer en esas lecturas filosóficas escritas hace siglos —en algún caso, hasta milenios—, que me ayudaban a comprender cómo las calamidades han sacudido cíclicamente a la humanidad, y como siempre el ingenio humano las superó.
Séneca decía que es extraordinaria la facultad de estudiar por todos los medios posibles, sin que cueste. Y cuando se tiene esa facultad, hay que aprovecharse de ello. De esta forma —decía el pensador—, se podrá hablar y escribir ganando fama de culto y prudente ¡Y ello a costa del trabajo ajeno!
Pues en coincidencia con esa línea, lo cierto era que yo tomaba numerosas notas que inmediatamente me impelían a escribir: ¿Si esas lecturas me ayudaban a mí, por qué no iban a poder ayudar a los demás?
Además, escribir invita a cuidar los modos, a exponer razonamientos e ideas evitando el lenguaje soez y provocador; es decir, se pueden transmitir pensamientos evitando herir, porque como decía Gracián, todo lo estropean las malas formas, incluso llevando razón en lo que se habla o siendo justo lo que se pide.
Es cierto que éste no es un género literario que me resulte habitual, pero la literatura tiene que ser un proceso en constante evolución. Y como se da el caso de que mis lecturas siempre las oriento a aquellas cosas que me interesan, el proceso de creación se enriquece. Después, hay que compartir lo escrito lo más ampliamente posible, y este es un proceso sumamente difícil. Hay que invitar a la gente a conocer cómo nació la idea, cómo se escribió; hacerles partícipes de ella y de lo que intentas transmitir.
Además, el hacer literario es algo cíclico. Se toman nuevos temas, que luego se dejan para volver a ellos algún tiempo después. Y eso es lo que me ocurrió a mí con este texto: que de algún modo me ha servido para retomar aquella línea que iniciara con Momentos para el diálogo. De aquí su título: Momentos para el diálogo (II), indicando claramente la continuidad.
Aun así soy consciente de las dificultades que esta nueva obra encontrará, porque en el momento actual existe muy poca preocupación por la lectura. Algo que, por constituir una preocupante realidad, debería impelernos a buscar las causas. Porque conocidos son los beneficios de la lectura —y esta obra los abordará con asiduidad—, entre otros, los de transmitir conocimientos. Pero es una tarea que se viene abordando mal, fundamentalmente en los niveles educativos primarios y secundarios; obligar a los alumnos a leer no es adecuado. Porque falta el interés del lector. Y ello puede concluir en tomar odio a los libros. Con las lecturas debe ocurrir lo que con los amigos, hay que tomar las que nos gusten.
Y después, leer bien, cosa nada fácil: hay que ojear el libro, investigar sobre los elementos que lo componen, buscar información sobre el autor; y sobre todo leer siempre aquello que sea del particular interés de cada cual. De esta forma, nos engancharemos a leer. Y con ello adquiriremos una agilidad mental mayor; analizaremos mejor al penetrar en la mente de nuestros escritores preferidos, y al final, inclusive, hasta se podrían producir cambios en nuestra vida.
De alguna manera esto es lo que busco con Momentos para el diálogo (II). Y aunque sé que no hay nada que amargue más que el esfuerzo inútil que no alcanza recompensa, y conozca con total seguridad que esta pequeña obra está destinada a pasar tan desapercibida como la que le precedió, yo me considero tan pleno con ella, que para mí ya supone como haber buscado otra dirección que no solo no me produce amargura, sino que, por el contrario, me ha dado una enorme satisfacción.
Ojalá te la transmita a ti, mi anónimo lector.

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