MANCHA HÚMEDA (XX) - RUIDERA: FUENTE DE LA RINGURRINA - Momentos para discrepar

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domingo, 31 de mayo de 2020

MANCHA HÚMEDA (XX) - RUIDERA: FUENTE DE LA RINGURRINA

Continuemos con aquella escapada que comenzáramos en la Morra de la Conceja. Era una espléndida otoñal mañana, y a eso del mediodía las prendas de abrigo comenzaron a sobrar, lo que motivó que nos decidiéramos a quitárnoslas ¡Craso error!; porque la brisa era fría y helaba nuestro sudor.
El paseo lo comenzamos desde la laguna Conceja, en el denominado “Baño de las Mulas”. Su nombre deriva del uso tradicional que se le dio hasta mediados del siglo XX, donde se refrescaban las yuntas después del acarreo de la trilla y la mies.
La transformación ecológica y medioambiental de esta laguna comenzó en 1920, cuando se construyó la central hidroeléctrica de Ruipérez. Para alimentarla se construyó un salto de agua que conllevó la realización de un azud y una toma que se regulaba con unas compuertas accionadas a mano. Después, el agua se conducía por un canal cementado, de unos trescientos metros de longitud, hasta llegar a la entubación de la turbina: un salto de ocho metros capaz de sustraer de la Conceja más de tres metros cúbicos por segundo.
Evidentemente, cuando aquello comenzó a funcionar, los niveles de la laguna bajaron hasta el punto de interrumpir su comunicación y continuidad natural con la Tinaja. Solo el cierre de la central posibilitó, a partir de 1976, que volviera a recuperarse la comunicación entre ambas lagunas a través de su torrentera superficial. Comunicación que ya dependería siempre de los avatares climáticos y del nivel de sobreexplotación de las subterráneas aguas del Acuífero 24; circunstancia, ésta, que comenzaría a partir de 1986.
DE LA CONCEJA A LA TINAJA
 
El paseo desde la Conceja a la Tinaja puede que sea uno de los más recorridos de Ruidera. Aquí la presión del urbanismo se deja sentir con especial intensidad, pero la belleza de sus pequeñas cascadas, ollas y pilancones, en especial la denominada “Plaza de Toros”, hacen las delicias de cualquier observador. De modo que Héctor disparaba sus cámaras con profusión, mientras Salvador se desviaba para adentrarse por la espesura: buscaba el camino para hacernos llegar hasta la Fuente de la Ringurrina.
Soy persona de esas que intentan, en su día a día, mantener una filosofía de vida que no trate de evitar, suprimir u ocultar las emociones internas: todo lo contrario, procuro reconocerlas, reflexionar sobre ellas, y en su caso, reconducirlas. Tal vez, por eso, mi prejuicio visceral ante la caótica, nefasta y negligente gestión del espacio natural, junto con la estulta ceguera ecológica de la propia población ruidereña, promocionando y defendiendo la masificación turística, pudo quedar como en suspenso durante aquel corto espacio de tiempo que permanecimos en la Ringurrina. Porque de nuevo volví a sentir esa especie de comunicación telúrica y mágica con aquellos míticos pobladores de este espacio ancestral.
GRABADOS FUENTE RINGURRINA
 
No era el único en percibirlo así, porque de todo ello, Héctor, escribiría después: “Allí, donde el turismo de masas desaparece, se descubre el verdadero valor de un lugar. Y éste es mágico: sobre una fuente que brota abundante, cobijada por un abrigo de piedras abovedadas, terrazas travertínicas de antiguos niveles de aguas, aparecen grabados esquemáticos prehistóricos. La sensación es la de estar ante un lugar sagrado”.
Y mientras; no me pude resistir a la tentación de transmitir algunas notas eco-sociológicas a nuestros queridos acompañantes. Al fin eran más de treinta años de estudio y desvelo por aprender y comprender, tanto de este paraje, como del resto de mi adorada, Mancha Húmeda. Pero ya era bien entrada la hora, y nuestros estómagos reclamaban su atención. De modo que decidimos parar a comer… En el Mesón de Juan, allá donde un día pernoctara Azorín, nos esperaba un magnífico yantar.

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