FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (V) - RACIONALIDAD - Momentos para discrepar

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sábado, 13 de junio de 2020

FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (V) - RACIONALIDAD

Todavía son muchas las cosas que me inquietan y zozobran; aunque cada vez menos. Pero una de ellas, sin lugar a dudas, es ver a alguno de mis seres queridos actuando lleno de rabia, ira o crispación. Y eso, porque me recuerda que yo fui así; y que, por tanto, me equivoqué en muchas ocasiones. Aunque al final comprendí…
Comprendí que nuestras opiniones, impulsos, deseos y aversiones, en la mayoría de las ocasiones, son expresiones poco racionales que surgen de manera natural e instintiva, y que se deben intentar frenar. Las opiniones, además, suelen estar influidas por otras personas o medios, lo que condiciona mucho la cuestión de su objetividad. Así, pues, ¿qué ganamos perdiendo el control ante las circunstancias de la vida?
ÓLEO DE MARÍA ARIAS
 
Comprendo que la condición de juventud es un hándicap importante para la serenidad y el autocontrol. Por eso, se debería practicar. Y mucho, además. Sobre todo, por los jóvenes.
Porque en la vida solo hay dos clases de hechos: aquellos que dependen de nosotros, y por lo tanto pueden ser objeto de nuestro control; y los que por ser externos, nos son ajenos, y por tanto ningún control podemos tener sobre ellos. De modo que tan solo debemos ocuparnos de aquellos asuntos sobre los que tenemos el control total: si me insultan, menosprecian o difaman, nada puedo hacer; pero sí puedo controlar mis emociones, y por tanto el modo de responder a ello. Esto se llama autocontrol y serenidad.
Aprender a hacer el mejor uso de aquello que está en nuestro poder, es todo un arte. El resto de las cosas hay que tomarlas como acontecen, porque no dependen de uno: hacemos elecciones y actuamos de acuerdo con ellas; después, hay que aceptar que el curso del Universo tiene su propio camino.
Por tanto, podemos escoger aquello que queremos o que vamos a hacer, pero no está en nuestra mano lograr el objetivo. Así que debemos ser conscientes de la posibilidad del fallo: las cosas se tuercen; la gente no reacciona como esperamos, los amigos nos defraudan, los seres queridos nos ponen a prueba con su visión de las cosas…
Todo se centra en estar convencidos de qué hemos hecho todo aquello que está en nuestra mano. Y si ello es así, la serenidad debe gobernar nuestro cuerpo y espíritu, aunque no se alcancen los resultados esperados. Y eso no significa resignación, precisamente, sino autocontrol. Porque sobre los resultados externos se puede tratar de influir, pero no se pueden controlar.
Es de personas prudentes —sabias, dirían los clásicos—, interiorizar la verdad de que podemos controlar nuestro comportamiento, pero no sus consecuencias. Así que, aprendamos a disfrutar de la compañía de nuestros seres queridos en todo momento, aún en los desencuentros. Porque está en nuestra mano racionalizar el momento, y algún día, ellos o nosotros nos marcharemos y ya no tendremos más, que el recuerdo de un pasado que no se puede cambiar. Así que todo se reduce al momento del ahora ¡Aprovechémoslo!

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