FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (VI) - LOS "OFENDIDITOS" - Momentos para discrepar

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miércoles, 17 de junio de 2020

FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (VI) - LOS "OFENDIDITOS"

Que vivimos en un mundo donde proliferan los medios de comunicación de masas: eso es indudable. Y que esos medios de comunicación los manejan los poderes financieros: eso es indiscutible. Así que, todos deberíamos ser conscientes de que, en el momento actual, es el poder económico el que maneja nuestras emociones. De modo que la emotividad se ha convertido, más que nunca, en un objeto de opresión. Y todo ello sin apenas darnos cuenta.
Por eso es tan fácil encontrar, cotidianamente, ejemplos de expresión de esta emotividad manipulada. Veamos…
ÓLEO DE MARÍA ARIAS
En el espacio común en que vivimos, una de las pocas formas que quedan de presentar nuestras reclamaciones en público, intentando que sean escuchadas, es tratar de suscitar pena. De ahí que surja tanta declaración de falta de servicio o atención: “No me atendieron” “Tuve que esperar demasiado tiempo” “No es justo lo que me responden” … Son los nuevos “ofendiditos”, siempre clamando y exigiendo en público cuánto les debe la “corrupta” sociedad.
Y ante sus discursos: “Nada está bien” “Todo lo hacen mal” “Los gobiernos son nefastos y corruptos”; todo tiene que cambiar, y cuanto antes mejor.
Sin embargo, existe otro tipo de actitud más noble y digno, frente a ese continuo sentimiento de ofensa e indignación: y es recordar, ser conscientes de que tenemos el deber moral de aceptar las reglas —expresadas en la Ley— incluso cuando pueda resultar evidente que se les está dando un mal uso. Nada más execrable que intentar cambiarlas cuando no nos resultan favorables. Porque como los seres humanos que somos, tenemos el deber de aplicar la racionalidad para conseguir la mejor sociedad posible. Y lo que no debemos olvidar es que cuando hacemos cosas que inciden en el bien de la comunidad, nosotros también resultamos beneficiados.
No estoy intentando en este post, defender la idea de que haya que permanecer callados o sumisos a cualquier cuestión de injusticia, mal funcionamiento del sistema o corrupción; sino que su denuncia y expresión debería hacerse desde el convencimiento de aportar una alternativa objetiva. Es decir, dar de lado al papel de “ofendidito” para utilizar las cosas que ocurren en la realidad con la suficiente habilidad. Porque ello está en nuestra mano; tomar lo que nos ocurre y saber aprovecharlo al máximo.
Es propio de personas prudentes tratar de experimentar la mayor alegría posible en nuestra vida, no la mayor decepción. Pero la alegría tiene un componente personal muy importante que se anula totalmente cuando todo lo vemos mal. Y una parte muy importante de esa visión nefasta nos viene dada por esa manipulación informativa de nuestra emotividad que anunciábamos al principio.
El volumen de información que recibimos es brutal, pero mucho de lo que nos llega solo produce ruido y confusión. En nuestra mano está la posibilidad de utilizar con habilidad e inteligencia esas tecnologías, accediendo a profesionales y gentes cultivadas que puedan transmitirnos unas visiones más racionales de lo que ocurre a nuestro alrededor.
Pues esa es la actitud: pasar de la condición de “ofendiditos” a la de ciudadanos críticos, responsables, participativos, e incluso combativos si resulta la ocasión. Esto es, saber vivir alegres, y no “ofendiditos”, como consecuencia de nuestra propia decisión.

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