MANCHA HÚMEDA (XIII) - RUIDERA: LA DEFORESTACIÓN - Momentos para discrepar

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lunes, 23 de marzo de 2020

MANCHA HÚMEDA (XIII) - RUIDERA: LA DEFORESTACIÓN

En realidad, el inicio de la “guerra del agua” en la altiplanicie del Campo de Montiel se inició cuando todavía estaba lejana la declaración oficial de sobreexplotación del acuífero 24, que como ya indicábamos en la anterior entrega, se realizó en 1988. Porque en junio de 1985, un buldócer de flecos entró en las fincas “Loma pajarera” y “Tajoneras”, en el término municipal de Villahermosa, comenzando a realizar un masivo desmonte forestal de enormes sabinas, una especie arbórea protegida por el ICONA que estaba prohibido arrancar. Pero por entonces importaban poco esas iniciales medidas de protección de la naturaleza. Allí de lo que se trataba era de deforestar algo más de doscientas hectáreas de sabinares, para roturar los terrenos, realizar los sondeos pertinentes, instalar diez grandes pívots, y ponerse a regar.
ALTIPLANICIE MONTIEL: DEFORESTACIÓN
La propietaria de las fincas, era una empresa valenciana —Serragro, S.A.—, que las había comprado a bajo precio con el fin de transformarlas en regadíos para cultivar maíz. Y ante ello, ni se iban a parar por unas laxas medidas de protección ambiental, ni se iban a preocupar por realizar ningún estudio previo de cuáles eran los recursos hídricos que se podían utilizar, ni mucho menos, qué impacto podrían tener esas extracciones masivas sobre el Medio; sobre todo sobre el parque natural de las Lagunas de Ruidera. Al fin, qué podía importar a una especuladora tendencia de intensificación agraria y masificación de beneficios, cuatro “arbolitos” y unas cuantas lagunas más.
Pero a esta destrucción no resultaron ajenos los vecinos lugareños, que por cuatro jornales se sumaron con entusiasmo a la labor de depredación, aportando sus tractores y camiones, amén de motosierras y toda la mano de obra necesaria para que las fincas fueran puestas inmediatamente en producción. Pero era “el progreso”. Y el progreso les daba jornales.
Tras ese pistoletazo de salida, ya todas las grandes fincas de la cabecera de Ruidera, quisieron entrar al reparto del botín. A la altura de 1988, se había roturado y puesto en producción más de cinco mil quinientas hectáreas de antiguos y maravillosos sabinares y encinares ¡Qué otra cosa cabía hacer!
Y escribir estas viejas cosas sobre Ruidera me evocan muchísimas nostalgias; no todas buenas; precisamente. Fueron muchos los momentos de bajón, de ganas de renunciar a todo. Pero cuando peor me sentía, siempre volvía a hacer lo mismo: cogía mi coche, mi grabadora y mis cámaras, y me acercaba a recorrer esos caminos y senderos de Ruidera que tanto me enamoraban y sugerían. Contemplaba las aguas en su gélida quietud, porque siempre viajaba durante el otoño y el invierno, cuando sabía el parque prácticamente vacío y lo sentía en exclusiva para mí.
Recuerdo aquella gélida mañana invernal. Caminaba rápido en un intento de recuperar calor en base al ejercicio de andar. Romeros e higueras flanqueaban el camino que cruzaba el travertino, polvo calizo en su superficie para indicarme la fragilidad de las barreras y la facilidad de destrucción con solo la acción de pisar sobre ellas: retamas y sabinas al inicio de ese camino de las Hazadillas. Porque aquel día quería llegar hasta el mismísimo manantial.
CAMINO DE LAS HAZADILLAS
A medida que avanzaba, el sotobosque me envolvía; a un lado el monte, al otro la laguna. Y entre medias, el verde sendero para caminar: un auténtico privilegio para gozar de un tiempo de quietud entre enebros, chaparros y coscojas.
Y me puse a pensar en por qué había elegido hacer esta tarea en mi vida. Y creo que lo hice porque buscaba con ansiedad cambiar mis comportamientos en aras de mejorar mi propia felicidad. Porque para entonces ya estaba convencido de que ese camino que había seguido anteriormente, de esfuerzo permanente, de vanidades en pos de reconocimientos y triunfos que nunca llegaban, me habían conducido a un estado de rabia e infelicidad permanente. Y ya no quería seguir así, centrándome en mi sola persona, en mí solo egoísmo de querer subir para alcanzar … ¡Pero alcanzar, qué!...
Me había equivocado, sin duda. Así que quería hacer algo centrado en los demás; tener un nuevo propósito que orientara mi vida. Y en Ruidera lo encontré.

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