MOMENTOS PARA EL DIÁLOGO (III) - REFLEXIONES DEL ENCIERRO - Momentos para discrepar

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miércoles, 25 de marzo de 2020

MOMENTOS PARA EL DIÁLOGO (III) - REFLEXIONES DEL ENCIERRO

Miro a través de la ventana, y veo el vacío y noto el miedo: lo siento, lo percibo, me llega a través del silencio. Y me pregunto ¿cómo llevan los demás este continuo encierro? Me siento a reflexionar rodeado de mis libros, y me sorprendo al comprobar que permanezco en estos momentos fuera de ese trepidante ritmo en el que habitualmente vivimos; ese que sin darnos cuenta se instaló en nuestros cuerpos, en nuestros actos, en nuestras vidas, convirtiéndonos en almas sin tiempo, ni siquiera para con los seres más queridos. Y me contemplo ahora en mi quietud, aquí, compartiendo con mis pensamientos. Y me doy cuentan de cómo se potencian, cómo se crecen durante el encierro: ellos son los que pueden volver la situación como un auténtico infierno; adueñándose de nosotros, exacerbando y llevando hasta el pánico nuestro miedo. Cierro los ojos con el ánimo en ristre dispuesto a controlar esos pensamientos, de apartarlos, domeñarlos hasta hacerlos positivos. Y pienso en tanta gente que sufre, antes y ahora, en estos momentos, y me doy cuenta de mi falta de motivos para quejarme ¡Estamos bien! ¡Eso es lo que cuenta!
BELLEZA Y SERENIDAD: LAGUNAS DE ALCÁZAR
Y me digo que me gustaría poder hacer algo más de lo que hago: ayudar como todos esos anónimos seres que cada día acuden a sus puestos, sin alharacas ni aspavientos, sin entonar proclamas ni banderas, para cumplir con su obligación cívica y humana, protegiéndonos aún a costa del peligro personal añadido que conlleva su profesión ¡Eso es patriotismo, y no tanto bufón de tertulia, pose y banderas! —me digo—; gentes de contratos precarios, de camión, o cubo y “chacha”, de contratos parciales y despidos objetivos, que ahora alzan la cabeza con orgullo y dignidad, sin cuestionarse ni un solo segundo cuál es su obligación. Y realizan jornadas interminables, con horarios intempestivos y sueldos miserables, para abastecernos, para limpiar y desinfectar los detritos que los demás no queremos. Sí, esos que, por no llevar banderas en sus relojes y muñequeras, no se merecen jubilaciones dignas, ni vivir tantos años, ni tan bien, según opinan esos “patriotas” del lujo y el poder que tanto claman por España, en lugar de por los españoles.
Y me importa un bledo exponer lo que siento, aún a sabiendas del mucho rechazo que en determinados ámbitos generarán estas emociones y sentimientos. Pero resulta que son mi mensaje, mi mejor sonrisa para todos aquellos que sufren, trabajan y se exponen en silencio.
Necesito ayudar, compartir algo con los demás, aunque solo sea mi propia lucha diaria contra la ansiedad y el miedo. Y comprendo que debemos informarnos, sí, pero solo lo justo; cribando y escogiendo las fuentes de información. Porque solemos retener lo malo en el pensamiento, soslayando lo positivo y bueno. Y eso va a condicionar nuestra emociones y sentimientos para todo el día. Así que, saquemos nuestra mejor sonrisa, en el rostro y en el alma. Y cuando nos sintamos atacados por ese agobio que produce la ansiedad, no hay que preocuparse, es normal. Hay que levantarnos frente a ello; llenarnos de actividades, utilizar todas las posibilidades que ofrece el contacto y compañía con la familia, las redes sociales; buscar lo positivo y entregarnos de lleno. Y sobre todo, cuidar el lenguaje, cuidar las palabras, evitar la negatividad en ellas; un lenguaje positivo nos hace más abiertos, nos capacita para encontrar futuro, nos da esperanzas. Y eso es lo que necesitamos en estos momentos: dejarnos de tanta irresponsabilidad criticando a autoridades y gobiernos, porque eso, desde luego, lo hace todo menos sumar en positivo y aportar soluciones. Y no nos equivoquemos porque a esas actitudes algunos las llaman “patriotismo”: yo las llamo “patriotismo bananero”.
PAZ Y SOSIEGO: CAMINO DE LAS LAGUNAS

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