MOMENTOS PARA EL DIÁLOGO (II) - ¡ME DUELE! - Momentos para discrepar

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jueves, 19 de marzo de 2020

MOMENTOS PARA EL DIÁLOGO (II) - ¡ME DUELE!

Me duele sobremanera la enorme cantidad de quejas que veo circular en las redes. Porque las quejas no ayudan en estos momentos; la queja siempre actúa de forma negativa al hacer que nos centremos únicamente en las cosas malas o que no funcionan lo bien que quisiéramos. El antídoto, al menos en estos tiempos, solo puede devenir del altruismo; porque esa actitud de entrega y ayuda a los demás, en estos momentos críticos, puede que sea lo único capaz de otorgarnos un poco de felicidad. Porque la felicidad, generalmente, y en contra de lo que creemos, no viene de las cosas que nos pasan a nosotros, sino de las cosas que podemos hacer por los demás. Y es que la mayoría de las veces en las que nos quejamos, estamos bien. Y sin embargo nos quejamos, sin pararnos a ver los ejemplos de tantas personas que viviendo o soportando circunstancias muy difíciles, consiguen superarlas a base de compartir esperanza, altruismo y generosidad.
ALTRUISMO Y SOLIDARIDAD
Me duele sobremanera, en esta crisis mundial, todas esas actitudes egoístas e insolidarias que solo se centran en uno mismo, sin que importen los demás. Esos comportamientos antisociales de acaparamiento de alimentos y productos básicos, como si no fuera a existir un mañana. Esa picaresca desmedida para burlar las órdenes del estado de emergencia; y esa chulería innata para colgar “hazañas” a través de las redes, así como diciéndonos a los demás: “Mirad, gilipollas, como me paso por el arco del triunfo eso del confinamiento: ¡lo de quédate en casa, para los demás!”; por no decir ya de los enfrentamientos con las fuerzas del orden que pretenden garantizar nuestra seguridad.
Pero de todo ello, lo que más me duele es nuestra absoluta incapacidad de sentirnos un pueblo unido, de no ser capaces de dejar a un lado nuestras divisiones ideológicas, de que aprovechemos más que nunca aquello de “¡A río revuelto, ganancia de pescadores!”; y así, con la facilidad que otorgan los modernos medios de comunicación, nos dedicamos a denostar al contrario, en lugar de sumar, responsabilizando de todos los males a todos aquellos que no piensan como nosotros, y por tanto, los convertimos en nuestros enemigos. Y empleamos nuestro tiempo y nuestros esfuerzos en intoxicar las redes con basura apologética, con todo tipo de desinformación, con cualquier cosa que menoscabe la autoridad titular con tal de aprovecharnos de nuestros réditos. Y ante ello me pregunto: ¿pero qué réditos? ¿Los de esas decenas de miles de muertes que podemos tener, sin que nadie nos encontremos a salvo en esta situación?
Leo a gente de capacidades más que valiosas, trabajando día a día en un intento de contrarrestar tanta manipulación y desinformación ¡Tarea inútil!; privándoles de su capacidad de ofrecer análisis fidedigno e información veraz; consejos, actitudes, opiniones valiosas perdidas en ese marasmo de luchar contra la manipulación política general. Y veo a los ciudadanos, a mis compañeros, amigos, caer en el derrotismo del todo está mal. Y lo peor es, que la culpa siempre la tienen los demás.
¡Qué país! Las dos Españas, que decía Machado. Irreconciliables, siempre incapaces de unirse ni en la mayor adversidad.
Siento tristeza en el alma, que no miedo. Al fin, lo que tenga que ser, será, tanto en lo social, como en lo personal. Pero me niego a no hacer nada, por poco que sea. Y resulta que lo poco, poquísimo, que yo puedo hacer es escribir y tratar de socializar; clamar pidiendo cordura, altruismo y altura de miras para ser capaces de compartir, ayudar y hacer algo por los demás. Pero, si esto es mucho pedir: ¡No podríamos, al menos, olvidar por estos días las diferencias que nos caracterizan y nos matan, para ponernos todos a remar en una misma dirección, aunque solo sea por el bien general!

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